lunes, septiembre 10

Sobre las bodas treinteañeras

Hace tiempo, según recuerdo, nos encontrábamos a la mesa en familia, mis padres y yo en la comida del medio día desfasado. Sonó el teléfono y dispuse a contestar, la voz familiar, desubicada de cualquier personaje que del otro lado hablaba decía con toque familiar algunas preguntas que dispuse a contestar, nada personal o diese motivo para dudar de la seguridad. Mis padres observaban.

"¿Quién era?" dijeron cuando finalice, tras haber reído comprometidamente un poco y dar muestra de ciertos rasgos que indicarían cierto allegamiento con el parlante. "Era el Lopus" respondí, la referencia llevó a un amigo de mi hermano mayor, actualmente bordeando los 30, de aquellos que tras años de silencio aparecen y uno espera dos cosas: el clásico hazme un paro que la "regué" o hazme un paro que hay un "acontecimiento"... mas si he de ser honesto ambas forman, en el fondo, una unidad indescifrable de cuyas emanaciones provienen varios estados de situación en donde se revelan mutuamente el ente y el ser en situación (valga la redundancia), a la Plótino con Heidegger podría decirse...
Como sea, se siguieron algunas palabras más:
Padres: ¿y cómo ha estado?, ¿qué pasó?
(Clara referencia a lo comentado sobre los "paros")
Lord V: Pues que ya se va a casar...
(Espero se capte la unión acontecimiento-regada dicho, así como la manifestación emancipativa de un principio común paralelo a la tragedia pues, contra el hado y/o fatum aquí el dramatismo recae sobre la elección que da cabida a una libertad que, de igual manera, nos dará una emotiva mentada de madre que, con todo, reirá en nuestra cara pues no podemos culpar a los dioses o a una fuerza superior, a no ser a condenarnos a la libertad)
P: ¿Y quién es la afortunada?
L: No sé, no me dijo...
(Continuamos comiendo y, tras un bocado)
L: creo que es la madre...
ya va a lograr sacarlo de la casa...

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